miércoles, 14 de diciembre de 2011

Jamás vi a Joe Frazier

por Sebatián González


Hace unos días (tres semanas en realidad) murió Joe Frazier, el archienemigo de Muhammad Alí. Frazier era para Alí, lo que Lex Luthor era para Superman. O viceversa. Sólo que en esta ocasión es difícil precisar quién era el bueno y quien era el villano. Me gusta pensar en Frazier como el malo de la historia, como el irrespetuoso capaz de vencer al boxeador más grande de todos los tiempos.

Joe Frazier nació en California en 1944. Su infancia es un cliché más en la historia de los grandes boxeadores. De familia humilde, abandonó el colegio a los 13 años para trabajar en una carnicería, a los 16 años debido a su problema de sobrepeso comenzó a practicar boxeo donde rápidamente demostró sus buenas cualidades pugilísticas. Los demás es cronología: En 1969 se consagra campeón del mundo, titulo cedido por la confederación de boxeo tras vencer a Buster Mathis. Pero Frazier sabía que no sería reconocido como campeón hasta no vencer a quien era considerado el mayor boxeador de todos los tiempos: Muhammad Alí quien, por ese entonces, sufría una sanción moral y deportiva tras haberse negado a ser enviado a Vietnam. Frazier apeló a Richard Nixon para que la sanción fuera revocada. Finalmente (no por Frazier, por supuesto, sino porque habrán visto que era una sanción estúpida y habrán visto, también, en ese evento deportivo la manera de dopar al pueblo y al mundo del espanto Vietnam) la pelea se lleva a cabo 1971 en el Madison Square Garden de Nueva York en donde Frazier se consagra ganador por puntos en lo que fue -según los críticos- la pelea del siglo. En 1974 volverían a encontrarse en el Square Garden y esta vez, a diferencia de la primera, la pelea se la lleva Alí por puntos. 

El último combate que disputaron fue en 1975 en Filipinas en donde se la vuelve a llevar Alí, esta vez por abandono.
Después del combate Alí declaró nunca haber estado tan cerca de la muerte…

Y ahora Frazier murió y Alí dijo: hemos perdido a un gran campeón. Ahora le toca a Frazier ser el héroe, ahora que el mundo del boxeo lo recuerda y que los diarios imprimen su nombre. Estoy seguro de que Alí lo recordará con mucho cariño, porque es imposible no terminar tomándole afecto a un enemigo cuando éste ha sido un digno luchador.
Me pongo reflexivo y pienso en la importancia de poseer un enemigo real. Pienso, por ejemplo, que hubiera sido del Che Guevara sin Estados Unidos o de Modigliani sin el alcohol y sin el propio Modigliani. Todos necesitamos un patiño. Todos necesitamos un enemigo con quien sacarnos las pulgas. Si me dan a elegir prefiero un enemigo como Frazier: atlético, morocho, jovial; un enemigo que me permita ser héroe pero también villano cuando la situación lo amerite, un enemigo capaz de pelearme de igual a igual hasta el final de mis días.

Sólo una cosa quiero apuntar: Frazier murió olvidado en algún hospital de Filadelfia. Tuvo que morirse para que los diarios y la televisión vuelvan a corear su nombre. Así es la historia de los grandes hombres; cuando la gloria se apaga sólo la muerte es capaz de enarbolar su nombre y ponerlo en la primera plana de todos los diarios.

Hasta siempre, maestro. 
Yo siempre recordaré el día en que Joe Frazier hizo tambalear el mito Alí. Siempre lo recodaré aunque ni siquiera haya tenido vida para recordarlo.

martes, 13 de diciembre de 2011

Hunter Thompson según Alex Gibney


por Sebastián González




Antes que nada debo aclarar: quisiera ser Hunter Thompson. Me gustaría vestir como vestía Hunter S. Thompson: pantalones cortos, visera verde, pistola. Me gustaría sacarme una foto disparándole a mi máquina de escribir enterrado hasta las rodillas en la nieve. Me gustaría consumir todas clases de drogas y meterme en los "Hell's angel" y vagar con los "Hell's angel" por todas las rutas (¿carreteras?) norteamericanas. Me gustaría presentarme para sheriff, escribir contra Nixon y pasar noches enteras atosigado de píldoras y pastillas para dormir.
Hunter Stockton Thompson  (1937 - 2005)

Hace unos días (o unas semanas) tuve la oportunidad de volver a ver en I-Sat el documental que realizó Alex Gibney acerca de la vida de Hunter Thompson. Dos cosas me impresionaron de ese documental. Uno: lo bien que le queda a Tom Wolfe el blanco. Dos: la falta que nos hace un tipo como Hunter Thompson en estos tiempos. Un tipo capaz de jugarse todo, de disparar palabras como dardos para dormir elefantes contra el gobierno estadounidense; un tipo capaz de hacer pasar las mentiras más grande como verdades absolutas; como la vez que inventó que el ex candidato a presidente Edmund Muskie consumía una droga alucinógena llamada "ibogaína" que se hacía inyectar periódicamente en una clínica brasileña. Eso era Thompson: un agitador, un tipo que escribía para contaminar, para afectar al sistema.

El comienzo de la película de Gibney es extraordinario: Thompson escribiendo en su máquina de escribir frente a una ventana; del otro lado de la ventana suceden cosas: marchas, revueltas, guerras, linchamientos televisivos. Es curioso porque siempre que leí a Hunter Thompson tuve la sensación de que Hunter escribía desde una trinchera; pero no desde una trinchera hemingwayniana, sino desde una trinchera urbana, hecha con neumáticos incendiados, rodeado por gases lacrimógenos.

La fuerza, la violencia de sus textos, no tiene comparación dentro de la literatura norteamericana; ni siquiera Bukowski ha podido retratar la decadencia mejor que Hunter Thompson.

Como la mayoría de los tipos de su genio, Hunter Thompson, terminó volándose la cabeza en su casa de Woody Creek, Colorado, allá por el 2005. Dejó una de las cartas más emotiva que he leído en mi vida y que no sería inútil transcribir aunque sea unos pequeños fragmentos. Dice: 

… Quiero descansar. Quiero que el humo de mi cigarro deje de molestarme en los ojos para no encenderlo más. Quiero pensar que todo esto de alguna manera valió la pena. No es por nada pero mi vida es una puta mierda. Así de simple. En el submundo de mis amigas drogas fui un ganador. El de los muertos vivos realmente no lo entiendo. No entiendo la forma de cómo se hacen las cosas que para bien o para mal, siempre te terminan jodiendo. Yo tomé el camino difícil. Ese en el cual las reglas no importan porque realmente no existen... No aguanto más…Lo siento los tengo que dejar. No les pido que me recuerden. Pero alguna vez enciendan un cigarrillo por mí y piensen como lo hice yo…

"Quiero descansar" como si intuyera lo que estaba por venir. Tal vez Hunter ya se sentía viejo y sin ánimos para enfrentar los embates del Tío Sam. "Quiero descansar" por otra parte, no es una expresión que cierre un círculo es -simplemente y eso es- una pasada de posta.
Todavía nadie ha sido capaz de recoger el guante que Hunter lanzó al aire hace seis años; por el bien del periodismo gonzo y de los amantes de este género, esperemos que el nuevo mesías llegue pronto. 

viernes, 11 de abril de 2008

EL ARTE EN LINEA DE TIEMPO

Por Sebastián González


Arte Rupestre
...(7.730 a.c.)






Arte Renacentista
....(1.450-1.517)









Arte Cubista
(1.901- 1.921)







...Pop Art
(1.950-1.970)










..........Po - Pó
(Arte Contemporáneo)

lunes, 17 de marzo de 2008